Belleza, delgadez, juventud… son algunas características que hoy en día son objeto de deseo para la mayoría de las personas. Se trata de aspectos que están asociados a la imagen corporal de la persona y que en la actualidad se relacionan con éxito y felicidad.
Ya hemos visto el papel que los medios de comunicación y la publicidad tienen en la difusión de este tipo de mensajes, y cómo la industria de la belleza se beneficia de ellos.
Ahora la delgadez es moda, igual que en otras épocas lo era tener caderas anchas o la “cintura de avispa”. El problema surge cuando se plantea esta moda como algo accesible para cualquier persona, es decir que independientemente de las características de nuestro cuerpo todos y todas podemos llegar a ser como l@s modelos que aparecen. Tenemos la idea de que el cuerpo es maleable, que lo podemos modificar en función de las modas y nada más lejos de la realidad.
Al contrario que en épocas históricas anteriores, en las que eran la ropa y los complementos los que sufrían transformaciones para resaltar ciertas partes del cuerpo, actualmente es el cuerpo el que se “moldea”. Y, por si fuera poco, ese prototipo ideal de delgadez no se presenta como algo extraordinario, sino como “lo normal”, el cuerpo que todos “debemos” tener.
Los medios de comunicación, la publicidad y la moda han dejado de escuchar la opinión de la mayoría y se han centrado en las necesidades o ideales de una minoría, para la que lo bello ha de tener un patrón físico determinado y además ser joven, no dejando alternativa a las mujeres maduras. De esta manera, se ha creado entre la población una “necesidad” respecto al cuerpo, que no se corresponde con la realidad. No es necesario ser alto, joven y delgado para ser feliz. Ha llegado un punto en el que las niñas quieren parecer más mayores y las señoras maduras quieren parecer más jóvenes. Es lo único que importa, la juventud y el atractivo eternos que se pueden conseguir, claro está, gracias a los productos de cosmética y estética que nos ofrece esta industria de la belleza que se ha creado y que sigue generando millones de beneficios.
Es tal la presión ejercida por los medios de comunicación y la sociedad que identifica la delgadez con éxito y belleza que, en ocasiones, lleva entre otras cosas a la aparición de diversos trastornos de la conducta alimentaria. La aparición de estos trastornos en ciertas personas, se debe principalmente –pero no exclusivamente- a la necesidad que sienten de ser aceptadas socialmente y de no sentirse rechazadas.
Resulta imprescindible por tanto crear una conciencia crítica sobre estos valores preestablecidos, que nos sumergen en un mundo de sacrificio e insatisfacciones constantes. Una capacidad crítica que debe comenzar desde que somos niños y continuar a lo largo de toda la vida. Sólo de esta manera se logrará crecer como persona, desarrollando un criterio propio y aprendiendo a querernos y a aceptarnos tal y como somos. Esta sí que es la manera de ser un poquito más felices.
El papel de los padres, madres, tutores y educadores es, en este aspecto, primordial. Son ellos los encargados de crear en sus hijos y alumnos una conciencia crítica que les ayude a mantener una autoestima alta. Se considera también imprescindible, ya que las cadenas de televisión no lo hacen, controlar el tipo de contenidos que se desprenden de algunos medios de comunicación, principalmente de la televisión y en “horario protegido”. Esos mensajes erróneos pueden llegar a marcar la personalidad de l@s más pequeñ@s. Hay que tener en cuenta que somos consumidores de estos medios, no meros receptores pasivos y, por tanto, somos nosotros los que decidimos qué tipo de valores queremos interiorizar y tomar como positivos.

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